El coronavirus se produce principalmente a través de dormitorios que funcionan en condiciones precarias, sin medidas de protección ni controles periódicos. Ésta es una de las conclusiones del último estudio monográfico sobre residencias en la Comunidad de Madrid, realizado por la plataforma de expertos Actuar Covid entre Octubre y Diciembre. Sin embargo, la entrada limitada del virus desde Marzo a través de visitas familiares, que se realizan de acuerdo con estrictos protocolos de prevención de infecciones, sería poco común.
Por tanto, llegan a la conclusión de que el riesgo de infección laboral es muy alto para estos trabajadores, en particular el personal de enfermería (TCAE) que está en constante contacto cercano con los residentes. “Estos resultados están en línea con las estimaciones del estudio seroepidemiológico nacional, que informa que los trabajadores sociales y los limpiadores tienen una mayor prevalencia de anticuerpos IgG anti-SARS-CoV-2 que la población general“, explica la epidemióloga María Victoria Zunzunegui. uno de los autores del estudio.
“Necesitamos proteger a los trabajadores de los dormitorios que trabajan en condiciones muy débiles y con medidas de protección aún inadecuadas para que ya no sean vectores transferibles”.
Sin embargo, denuncia que al menos en Madrid aún no se ha adoptado la medida preventiva más urgente: realizar pruebas de antígeno a todos los trabajadores cada semana y repetir estas pruebas dos veces por semana para los profesionales que trabajan en más de un centro. “Las máscaras y los trajes protectores también son raros y a menudo se reutilizan”, explica.
Según el estudio, el número de viviendas con brotes activos durante el período de estudio sigue la curva epidémica general, que alcanza su punto máximo en la primera semana de Octubre y se mantiene en un porcentaje de alrededor del 15% de las viviendas en Madrid por semana. Se observaron brotes en el 30% (142 de 475) de los hogares en octubre y en el 22% (102 de 473) en noviembre. “Estos porcentajes muestran que las medidas de prevención de explosiones en las viviendas eran inadecuadas”, dice Zunzunegui. “No se entiende que lo sucedido en la primera ola no haya mejorado en este sentido y vamos camino de la tercera ola”, agrega. Durante la primera oleada, 6000 personas que vivían en residencias de ancianos murieron en la comunidad de Madrid, según el estudio.
El estudio Actuar Covid estima que en la segunda oleada fallecieron 1. 556 madrileños, tanto en centros sociales y sanitarios como en hospitales. “El Ministerio publica únicamente las personas que fallecieron en la propia residencia (123 fallecidos entre Octubre y Diciembre), según los datos solicitados al Portal de transparencia”. “Por eso tuvimos que estimar el número de 1. 433 personas provenientes de hogares de ancianos que fallecieron en los hospitales en función del aumento que se ha producido”, explica Zunzunegui. Esto es importante porque, según Actuar Covid, el 92% de las muertes en la segunda ola habrían muerto en el hospital, en comparación con la tendencia inversa de la primera ola cuando habrían tenido acceso limitado.
Los resultados del estudio serológico realizado por el Departamento de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid también nos permiten hacer una reflexión útil para la preparación ante nuevas epidemias.
“Durante la primera ola, más de la mitad (54%) de las residencias con menos de 50 camas mantuvieron niveles de infección por debajo del 15%, es decir, tenían niveles de infección similares a la población general. Por otro lado, menos de 8 % de las macro residencias lograron evitar la invasión del virus en la primera ola“
El informe concluye con una reflexión sobre si considerar la situación actual de las residencias madrileñas como un “sindicato“. Es decir, una concentración de epidemias que interactúan entre sí y con un entorno social dominado por la edad que permite hacer negocios sin respetar los derechos a la vida, la salud y la dignidad de las personas mayores. Es un concepto lanzado por la revista científica The Lancet en Septiembre de 2020 que vincula la propagación de enfermedades con condiciones de vida en extrema necesidad. “Esto se puede aplicar a residencias donde conviven coronavirus, personas con discapacidad cognitiva y un entorno precario. Es inhumano y no parece que se estén implementando medidas para remediarlo”, dice Zunzunegui.
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