Los síntomas pueden confundirse con los del estrés o, incluso, con un infarto de miocardio, pero el estrés es una respuesta a una situación externa y concreta, que acaba cuando cesa lo que lo provoca, mientras que la ansiedad responde a una presión interna y difusa, que puede derivar en un ataque de pánico.
Una forma extrema de la ansiedad la constituye el ataque de pánico, que es un episodio repentino de miedo intenso, sin que exista ningún peligro real o causa aparente que lo justifique. Durante una crisis aguda de ansiedad o un ataque de pánico se puede sentir que se está perdiendo el control, pensar que se está sufriendo un ataque al corazón (los síntomas pueden confundirse) y que la vida está en peligro.
Sentir ansiedad de modo ocasional es una parte normal de la vida; se trata de un mecanismo de adaptación, que nos hace estar alerta y atentos, de forma similar al funcionamiento del estrés. Así pues, en líneas generales la ansiedad es funcional y normal, y no representa ningún problema de salud. Sin embargo, en algunos casos este mecanismo opera de forma alterada y, en lugar de ayudarnos, nos incapacita. Las personas que padecen un trastorno de ansiedad tienen preocupaciones y miedos intensos, excesivos y persistentes sobre situaciones cotidianas; también pueden experimentar episodios repentinos de ansiedad intensa y miedo descontrolado. Estos sentimientos interfieren con las actividades diarias, son difíciles de controlar, son desproporcionados en comparación con el peligro real y pueden durar un largo tiempo.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 260 millones de personas en todo el mundo tienen trastornos de ansiedad. Los síntomas más habituales incluyen sensación de nerviosismo, agitación o tensión; sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe; sensación de debilidad o cansancio; dificultad para concentrarse y controlar las preocupaciones. Además son frecuentes los siguientes síntomas físicos: aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada, sudoración y temblores, molestias gastrointestinales y problemas para conciliar el sueño.
La ansiedad puede aparecer en momentos muy diversos y por causas diferentes, incluidas las genéticas, pero son habituales algunos factores desencadenantes, como las situaciones o sucesos que superan nuestros recursos emocionales, los acontecimientos vitales de consecuencias graves o que exigen importantes esfuerzos adaptativos (como el fallecimiento de un ser querido) y los obstáculos que limitan nuestra capacidad para alcanzar o mantener metas o logros deseados. También puede causar trastornos de ansiedad el consumo de estimulantes u otras drogas, y puede así mismo ser síntoma de una enfermedad oculta.
Cuando exista sospecha de padecer esta dolencia lo mejor es acudir al médico para verificar si la ansiedad pudiera estar relacionada con el estado de salud; en caso negativo, se debería acudir a un especialista en salud mental (psiquiatra o psicólogo) que lleve a cabo el correspondiente diagnóstico y establezca el tratamiento adecuado. Los trastornos de ansiedad pueden ser tratados con psicoterapia o con farmacología, o con una combinación de ambos métodos. La psicoterapia, especialmente la terapia cognitiva conductual, puede ser eficaz para reducir o eliminar los síntomas de ansiedad mediante técnicas específicas para aliviar la sintomatología y poder regresar gradualmente a las actividades que generaban la ansiedad. En el tratamiento farmacológico se emplean habitualmente dos tipos de medicamentos: ansiolíticos y antidepresivos.
Otras formas de combatir o controlar la ansiedad pueden ser ciertos cambios en el estilo de vida, como desarrollar una rutina de ejercicios para estar físicamente activo la mayoría de los días de la semana, evitar el alcohol, dejar de fumar y reducir el consumo de bebidas con cafeína, usar técnicas de relajación y de control del estrés, dormir lo suficiente para descansar adecuadamente y, por último, seguir una dieta saludable.
No es posible saber a priori si en algún momento vamos a sufrir un ataque de ansiedad o de pánico, pero sí debemos estar preparados para reducir el impacto de los síntomas si aparecen y, sobre todo, pedir ayuda inmediatamente. Los trastornos mentales no son dolencias menores, ni vergonzantes. Lo mismo que acudimos al especialista ante un dolor en las articulaciones o un problema digestivo, el trastorno de ansiedad debe ser objeto de inmediata atención médica. Es posible que tus preocupaciones no se vayan por sí solas y que empeoren con el paso del tiempo, si no buscas ayuda. La ansiedad es más fácil de superar si se diagnostica y se trata precozmente.
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